Cuarto y mitad de esclavo

Noche del 24 al 25 de junio 2012

Estoy en un hotel con mucha gente. En principio parece normal pero se percibe algo raro. La zona de las escaleras y ascensores de cada planta está separada por varias rejas correderas. 

Un chico me pregunta cómo salir de allí y le acompaño a los ascensores. Hay muchas chicas pero tengo la sensación de que son niñas. Nadie sabe muy bien el piso en el que estamos, salvo yo. Estoy diciéndole que tiene que bajar seis pisos cuando de repente una de las chicas me interrumpe. Yo intento seguir pero me resulta imposible, no para de hablar. Ella le explica algo que no tiene nada que ver y el chico escucha por educación. Intento cortarla varias veces hasta que exploto y le digo levantando un poco la voz (no para faltar el respeto sino para que
me escuche): "Perdona, ¿sabes acaso lo que ha preguntado? No, ¿verdad? Pues déjame que se lo explique yo". La chica se queda cortada y se calla. Continuo hablando con el chico. Le digo de nuevo que tiene que bajar seis pisos sin contar en el que estamos. Abro las verjas y les digo a las chicas que vigilen que no se cierren porque no podría volver a entrar y correría peligro. 

No sé qué pasa pero alguien las cierra y aparecemos en el garaje en otra planta. Hemos viajado en el tiempo y estamos en África con los nazis tomando a los negros como esclavos. En el hotel hay simbología nazi. A mí me parece horrible pero me callo porque los encargados del hotel están por allí y son malos. Una de las chicas no se contiene y le dice a uno de ellos que todo eso es asqueroso. Me entra mucho miedo y creo que la regaño. 

Vemos unos vídeos de lo que está ocurriendo fuera. Algunos esclavos son cortados desde la cabeza a los pies convirtiéndose en una masa de carne irreconocible pero aún con vida para seguir sirviendo a su señor. 

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Estoy en Cuenca y voy a cenar con Pablo. Me coloco en una postura muy rara en el restaurante: de pie sobre el hombro derecho de él. Parece incómodo pero es todo lo contrario, estoy muy relajada. Él me toca el culo y las piernas en plan cariñoso sin prestar demasiada atención. 

De repente aparece una chica rubia muy guapa y le pregunta enfadada a Pablo dónde está su mujer. Él se queda cortado y deja de tocarme. Se va con ella a hablar aparte y desaparecen. Al principio pienso que conocerá a la mujer de él pero después me entero de que también está liado con ella y estaba celosa. Él me deja plantada y no vuelve al restaurante. No me importa y me voy de allí. 

Estoy en una plaza y veo a Marina, la ex novia de Pedro. Pienso en saludarla pero al final no lo hago. Un segundo después pasa Pedro patinando. Me da un vuelco el corazón y le saludo. Él me dice hola de pasada pero ni me mira ni se para y parece sorprendido de verme. 

Me da pena que no se haya parado y pienso que ha pasado mucho tiempo como para que siga sin hablarme. Parece que recapacita y vuelve. Nada más aparecer empezamos a bromear y me alegro de que podamos estar bien como antes. De repente está Ismael con nosotros. Está muy serio y yo pienso que será por la presencia de Pedro. Me fijo en los patines y son muy chulos: hechos con una tela especial verde y azul, dos ruedas solamente y trozos de goma que parecen frenos. Ismael, a pesar de estar incómodo, también admira los patines. 

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Dos líderes políticos se enfrentan: una chica de aspecto masculino y Mubarak. Están en el territorio de él. Ella mantiene constante su respiración y mi padre dice que con la capacidad pulmonar que tiene (aparenta ser bastante) debería bajar la intensidad porque en el duelo es posible que la perjudique. 

Alguien le tira una piedra y le golpea en un lateral, a la altura del pulmón. Se cae al suelo y ya está perdida. Mi padre añade que si hubiera bajado el ritmo de la respiración, la piedra no la hubiera hecho caer. La multitud la coge y la clava en un coche (por debajo en la zona del morro). De vez en cuando levantan el coche y la desclavan y la vuelven a clavar. El cuerpo de la chica se hincha, va deformándose y desgarrándose. Sigue viva y está agotada de tanto dolor. Todos sabemos que le queda poco para morir.