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sábado, 26 de mayo de 2012

Celulitis de 5 estrellas

Noche del 19 al 20 de mayo 2012

Tengo un examen. Llevo el pelo recogido en un moño y mi profesor piensa que me he escondido una chuleta ahí. Me lo deshace y no encuentra nada. Me lo vuelvo a hacer. Él sospecha de nuevo y mira otra vez. Así varias veces más. En una ocasión hasta me lo separa de la cabeza para revisarlo. Me da rabia porque me está ensuciando el pelo de tanto tocarlo y se lo digo. 

Estoy desayunando con mi abuela en un bar de mi barrio. Ella se queja enfadada de que mi madre va a otros bares peores pudiendo ir a ese. 
Quiero lavarme la cabeza pero me da cosa hacerlo
en el bar, además no tener champú. Me tengo que poner un chándal. Como no me gusta vestir así me pongo un abrigo lo más largo posible para que me tape y al mismo tiempo no me de mucho calor. Elijo uno que tenía hace años y que ya me quedaba pequeño pero en el sueño es de mi talla. 
Tengo que ir a un sitio con mi madre pero no me puedo alejar mucho porque al día siguiente tengo el examen. Es como si tuviera una especie de libertad condicional. 
De repente estoy con una familia en una casita del Valle de Arán. Llueve muchísimo. Tienen que traer leña de otra casa, en la que vive Pedro, el hijo mayor (es el hermano de un amigo que tenía cuando era pequeña). Traen muy poca porque no encuentran más. Sospechan que Pedro se está quedando con más de la que le corresponde porque es posible que vayan a tener un bebé él y su mujer. 
Ahora estoy con Teresa, una compañera del instituto. A veces es ella y otras veces es Emilio. Gastamos demasiado dinero en compras y ya no nos queda para terminar el mes. Hablo con ella delante de mi madre para darle pena y que me de dinero, pero no funciona. 
Teresa dice que su madre le ha pagado unos días en un hotel en la playa pero que no aceptó el regalo. Yo le digo que es tonta y que deberíamos ir y aprovecharlo. En el fondo no la creo porque siempre ha sido muy mentirosa. Me sorprendo porque esta vez es verdad. 
En el hotel, la encargada nos habla de un suplemento que habría que pagar por ser tres personas (mi madre, Teresa y yo). Mi madre le dice que no pueden obligarnos a pagarlo porque ha leído las normas del establecimiento en un folleto. La encargada lo lee y habla a la dueña, su madre, a través de un walkie. Teresa (que ahora es Emilio) se sorprende gratamente por lo observadora que es mi madre. El asunto se resuelve a nuestro favor. 
En la habitación me alegro mucho porque pienso que al día siguiente me podré lavar la cabeza para ir al examen. Me entra miedo porque se me ocurre que lo mismo mi madre querrá que nos vayamos a casa. Creo que intentaría convencerla diciendo que en el hotel estamos más cerca de nuestro destino, pero miro la hora y siento alivio al ver que es tarde y el metro ya estará cerrado. 
Teresa ahora es Sofía. Pienso que la habitación es una mierda porque, entre otras cosas, la cama es para una persona. Se lo digo a la encargada y viene y tira de un lateral del somier haciéndolo un poco más ancho. Al no tener colchón en la parte nueva, ponemos los cojines de un sillón. Teresa vuelve a ser ella misma y está durmiendo muy estirada. Pienso que casi no voy a entrar en la cama. 
Mi madre va a dormir en un sillón que se hace cama. Yo no sé dónde meterme y me da apuro que la encargada nos vea a las tres en una habitación para dos. Creo que mi madre tenía que haber pagado el suplemento y haber dormido mejor. Aunque de esa forma se ha ahorrado dinero, así que en realidad lo entiendo. 
La encargada se desnuda. Me parece muy raro pero pienso que a lo mejor es porque yo antes me había quitado el pantalón. Es muy blanca y delgada aunque tiene mucha celulitis. Pienso que lo mismo hay muchas chicas así. 
Teresa, que vuelve a ser Sofía, dice que la encargada se pasea desnuda para presumir de tetas. A mí me extraña que diga eso porque las suyas están bien. Me fijo en las de la encargada y las tiene peor que Sofía así que deduzco que lo que ella interpreta como presumir es simplemente que anda muy recta. 
Le pregunto a Sofía si puedo coger agua de una botella de cristal para mojar un disco desmaquillante. Me dice que esa botella es de la encargada, que en ese momento está andando por la habitación. Quiero meter el disco dentro pero prefiero esperar a que no me vea. Al final viene y se queda a mi lado así que no puedo hacerlo. 
Cojo una botellita de plástico de Sofía. Aunque está casi vacía consigo sacar mucha agua. 
Empiezo a trabajar en un hotel. Por trabajar allí me dan una habitación enorme para vivir. Es cutre y no me gusta demasiado pero al ser grande creo que la puedo mejorar mucho. Tiene una mesa de billar. Estoy segura de que eso le va a encantar a Alfonso así que me pongo más contenta. 
De repente la habitación es más pequeña y, muy a mi pesar, tengo que dormir con mi madre. Estamos en la misma cama un chico, mi madre y yo. Como casi no cabemos, mi madre se coloca donde irían normalmente mis pies. Estoy muy incómoda y me agobio mucho porque no puedo estirar las piernas. 
Tengo una bolsa de chucherías y mi madre otra. En mi bolsa hay una chuchería que mi madre no tiene así que le digo que coja un trozo. Coge la mitad y me fastidia mucho porque es muy larga y podría haber cogido un cacho más pequeño, habiendo comido mucho igualmente. 
Me angustia saber que no voy a tener intimidad durmiendo con mi madre. Me pide que le haga hueco para sus cosas en mi mesilla de noche. Le digo que lo haré pero por dentro pienso lo contrario. 
Estoy con Alfonso y Teresa (aunque ahora es distinta físicamente) en una entrega de premios de música. Nosotros estamos nominados también junto con unos cuantos artistas más: varios grupos de raperos y una cantautora. El evento se celebra en una habitación con varios sofás y una mesa donde están los presentadores. 
Teresa me dice que durmió muy bien en el hotel aunque después reconoce que no pegó ojo porque entraron dos hombres en la habitación. 
Yo llevo un mini short que me queda genial y estoy deseando que me llamen los presentadores para levantarme y lucirme delante de todos. 
Alfonso se acerca a la cantautora y ella se pone a cantar y tocar la guitarra. Él coge la guitarra a ratos y toca lo poco que sabe. A mí me fastidia la escena y me pongo celosa. Teresa va con ellos y le pregunto después si realmente toca ella, ya que no me lo parece. Me dice que sí pero que a veces cuando para, sigue sonando la música porque lleva una grabación. 
Entra el Langui en la sala y se queda parado en un sitio de paso y nos estorba al andar por allí. 
Alfonso ahora está sentado al lado de un grupo de raperos negros y enormes. Uno de ellos le dice algo amenazante y se va (el rapero). Le pregunto a Alfonso varias veces qué le ha dicho pero nunca le entiendo. Otro rapero que está por allí me lo repite también. Tampoco le entiendo pero finjo que sí por vergüenza. Decido preguntárselo de nuevo a Alfonso más tarde. 
Ahora estoy en una clase gigante en las últimas filas. Todo está lleno de tubos de ensayo y herramientas típicas de un laboratorio. El profesor pregunta qué cantidad tiene que haber de un tipo de células en concreto, en un análisis de sangre. 
Todos los que levantan la mano responden mal. En mi mesa tengo un tubo alto con chucherías. Voy a coger algunas pero me da miedo que el profe piense que estoy levantando la mano.  
El profesor se enfada porque nadie acierta y piensa que es una pregunta básica que tenemos que saber del colegio. Nos da una pista diciendo algo de una cajita de cristal. 
Yo pienso que no me acuerdo porque soy la más mayor de la clase y ha pasado más tiempo de mis años de colegio. 
Termina diciendo que sabemos la respuesta y se dirige a la salida malhumorado. De repente me doy cuenta de que afirma que lo sabemos porque los datos del análisis del ejercicio son correctos, es decir, son de una persona sana, así que los resultados son la respuesta. 
De repente soy una madre de familia y engaño a mi marido con el profesor aunque a veces tengo la sensación de que él mismo lo es pero que estamos divorciados. 
En el pasado trabajábamos juntos y ahora tengo que volver a hacerlo. Veo imágenes de cuando fuimos hace años en un tren antiguo a su casa. Son imágenes de nosotros haciéndolo en un vagón. En el presente las imágenes son distintas ya que ahora son unas chicas acostándose con varios tíos. Me pongo a llorar porque no quiero ir. 
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A veces soy una niña y otras adulta. Voy en un ascensor con una familia muy fina y elegante. El hijo, de unos nueve años, se ha olvidado algo en casa así que tienen que subir otra vez. Yo les digo que les espero en la calle. Viene el padre y le quiero demostrar que es sano jugar enérgica y violentamente. Juego a la pelota con varios niños situados en distintos puntos de la calle. Cada vez golpeo la pelota con más fuerza. Estoy a punto de hacerle daño sin querer a algunos de mis compañeros de juego y me da miedo que el padre vea que es malo jugar de esa forma.

2 comentarios:

  1. "Llevo el pelo recogido en un moño y mi profesor piensa que me he escondido una chuleta ahí."

    Como te conoce.. tititit

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