Gastronomía razonable

Noche del 12 al 13 de mayo 2012

Este sueño lo escribí en una nota en el móvil nada más despertarme. Como estaba casi inconsciente todavía, creo que no le di a guardar porque no aparece por ningún sitio. Escribo pues, lo poco que recuerdo. 

Iba a una tienda con mi prima, Mónica y más gente. Había petos vaqueros cortitos y todas las chicas cogíamos uno para probárnoslo. La mía era la talla 50. Me daba cosa que se me vieran las piernas pero me lo probaba. El de mi prima tenía estrellitas. No sabía qué modelo coger porque el suyo me gustaba por su color y porque se podía convertir en más largo (y así poder taparme si me surgía la inseguridad). Aun así, me probaba el mío porque me gustaba y además, era más barato. El suyo costaba 380 € y el mío 250. Me seguía

pareciendo y me lo pensaba. Salíamos de la tienda y yo lo llevaba puesto. Le preguntaba a mi prima qué tal se me veían las piernas. Me decía que muy bien y me alegraba mucho. Me sentía genial conmigo misma y me entraba la necesidad de tenerlos. 

Volvía a la tienda y pensaba que no debía pagar tanto por eso pero también estaba segura de que no encontraría otros así. Por eso me metía en el probador con la intención de robarlos aunque eso significara romperlos un poco para quitarle la alarma. Me ponía muy triste al ver que tenía un tubo de seguridad de los que manchan la ropa al romperlo. 

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Estaba en una casa con mi tío ("El tiastro"), mi prima y no sé si alguien más. Estaban también el perro de mi tío y un perro que sigo siempre por Instagram. Yo los quería mucho a los dos. Mi tío se iba a algún sitio lejos, no sé si de vacaciones o para siempre. Yo me quería quedar aunque fuera con el perro de Instagram pero se los llevaba a los dos. Me dolía mucho y me ponía a llorar. No quería separarme de él. 

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Iba a la playa un día. Estaba con una chica y ella se iba a quedar más tiempo. Me daba envidia. Una amiga suya le mandaba una foto de las vistas del apartamento que había alquilado. Estaba en Calpe y las vistas daban a una parte de la calle en la que había siempre una especie de mercadillo de animales. 

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Una señora comía con muchas ganas a mi lado. Parecían espaguetis pero no eran de pasta sino de carne. En el plato, además de los espaguetis, había trozos de carne más grandes. Era una señora extraña. Tenía el pelo blanco y los dientes negruzcos. Lo que comía era carne humana. Me daba asco y miedo al mismo tiempo.