Noche del 23 al 24 de agosto 2012
Estoy en una casa con un hombre muy raro de unos cincuenta años, barba y aspecto siniestro. Allí con nosotros también se encuentra una chica que está al servicio de él, como si fuera el líder de una secta. Entra mi padre y ella, por órdenes del señor, le clava un cuchillo en el pecho. Mi padre se muere; yo lloro pero me contengo porque estoy retenida en casa del psicópata y no puedo llamar demasiado la atención para no enfadarle.
Estoy en una casa con un hombre muy raro de unos cincuenta años, barba y aspecto siniestro. Allí con nosotros también se encuentra una chica que está al servicio de él, como si fuera el líder de una secta. Entra mi padre y ella, por órdenes del señor, le clava un cuchillo en el pecho. Mi padre se muere; yo lloro pero me contengo porque estoy retenida en casa del psicópata y no puedo llamar demasiado la atención para no enfadarle.
El señor coge un plato y me lo da. Le dice a la chica: "Ve troceándole que vamos a comer". A mí me entra mucha angustia al pensar que voy a tener que comerme a mi padre. No puedo evitar decirle al psicópata: "Como comprenderás yo no voy a poder comerme a mi padre". Él asiente con la cabeza, me dice que lo entiende y me quita el plato.
Rebozada y con limón, hasta una pierna humana tien que estar buena.
ResponderEliminarEso es una verdad universal. De hecho, si no me comí a mi padre fue en realidad porque no tenía hambre. Puse lo otro para no parecer insensible
EliminarJAJAJAJJAJAJA está genial. Es lógico que él tenga tacto, siendo psicópata
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