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sábado, 1 de diciembre de 2012

Payasos marinos y toros pequeñinos

Noche de los primeros días de noviembre 2012 

Vivía en una casa enorme con mucha gente. De vez en cuando soltaban a un toro en la casa y había que intentar sobrevivir. Abrían una puerta y el animal enfurecido entraba en la habitación. Con mucha habilidad, yo me enganchaba con las manos y los pies a unos percheros (los típicos en hilera que hay en las clases de los colegios). El toro iba directo a donde yo estaba y al verlo de cerca me daba cuenta de que era muy pequeño, más o menos como un perro. Sentí una mezcla de alivio y gracia. Mi
sonrisa se esfumó al ver que, aunque fuera pequeño de tamaño, tenía muchísima fuerza y saltaba muy alto. Embestía la pared donde estaba mi perchero y me daba mucho miedo que lograra tirarme. No sé cómo, conseguía subirme a una montaña de muebles (entre ellos había una cama de matrimonio) que, por cierto, era bastante inestable. El toro golpeaba la montaña y yo tenía claro que la tiraría, y a mí con ella. 
No recuerdo cómo lograba salir de esa situación. La cuestión es que había una puerta, en la parte trasera de la casa, que daba a una pequeña cornisa que a su vez daba a un precipicio. Para poder salir a la cornisa, porque la puerta estaba a un metro y medio del suelo más o menos, teníamos colocadas cajas y objetos a modo de escalera. A mí se me ocurría un método para poder sobrevivir a la tradición (aunque más bien era una especie de castigo) de soltar al toro en casa. Consistía en dirigir al toro hasta esa puerta y una vez arriba quitar los objetos que hacían de escalera para que el animal no pudiera seguirnos. La gente me admiraba y estaba agradecida porque, gracias a mí, estaban salvando la vida muchas personas. La situación del toro persiguiéndonos y nosotros destruyendo la escalera se repetía en mi sueño una y otra vez como si se tratara de un disco rayado. Los días sólo estaban formados por ese momento. Una de las veces me tocaba deshacer la escalera con otras dos chicas. Ellas se dedicaban a charlar mientras yo me desvivía en hacer todo el trabajo rápidamente para que el toro no nos pillara. Indignada y cabreada les echaba la bronca y una de ellas reaccionaba y me ayudaba. Lográbamos salir a la cornisa y yo empujaba al vacío a la chica que no había ayudado. Después tenía cargo de conciencia aunque, al momento, se me pasaba al pensar que por su culpa podría haber muerto gente. 
Una noche, estaban todos durmiendo excepto dos amigos y yo. Estábamos hablando de nuestras cosas y de que a veces notábamos que alguien espiaba a los que vivíamos en aquella casa. De repente oímos un ruido que venía de la cocina. Fuimos a oscuras a mirar y vimos la silueta de una persona intentando entrar en la casa a través de la terraza. Al darse cuenta de que le habíamos descubierto se dio la vuelta y nosotros salimos corriendo hacia la habitación, aterrorizados. 
Otro día, estábamos charlando en una habitación que tenía una especie de balcón interior situado a dos metros del suelo. En ese balcón había muchos juguetes y otros objetos, entre ellos un arlequín sentado mirando al frente, de metal y que mediría un metro noventa, aproximadamente. Algo pasaba en la parte derecha de la habitación y cuando volvía a mirar al arlequín me daba cuenta de que estaba girado hacia la derecha. En ese momento me entró miedo y advertí a mis amigos de que el muñeco era el espía. Fui hacia él y le golpeé el pecho con los puños. De repente, el arlequín se sorprendió de haber sido descubierto y se levantó y salió corriendo. 
A pesar del terror, fui tras él para hacerme la valiente. Le alcancé y le agarré. Después nos hicimos amigos ya que resultó ser un viejo marinero bonachón y me contó muchas historias de su vida.

3 comentarios:

  1. Cariño, estás como una magnífica cabra. "mientras yo me desvivía en hacer todo el trabajo"???!!! "el muñeco: ERA EL ESPÍA" jajajajajajajajaja estás peor que yo

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  2. Jajajajjaja acabo de ver tus comentarios. Me parto. Ahora que lo vuelvo a leer me hacen gracia las gilipolleces que puedo llegar a contar estando "seria"

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  3. jajajajaja es que si no, no tendría encanto. El mundo ilógico y disparatado que puede presentarse en un sueño descrito por una persona inteligente en su estado sereno y tranquilo genera esa chispa adecuada :)

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